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Artículo publicado en la revista Espacio Humano. Nº 141, pág. 26. Mayo 2010.

El hombre que es totalmente consciente, el hombre que esta totalmente en cada momento… Ese es el maestro. Cuando uno escucha la palabra meditación la asocia generalmente a una persona sentada, con los ojos cerrados, quieta y sin moverse.Sin embargo, una persona puede estar perfectamente quieta y su mente encontrarse en un estado de hiperactividad. Su cuerpo puede estar quieto, pero su mente se encuentra saltando de un pensamiento a otro.

De la misma manera, una persona puede estar con su cuerpo en movimiento y su mente perfectamente quieta. Esta quietud tiene que ver específicamente con la mente.

El fin de la meditación es alcanzar un estado de paz profunda en donde se experimenta una dicha y una alegría sin motivo, como la naturaleza esencial del ser humano. En este estado el sujeto y el objeto desaparecen, quedando solo la pura consciencia.

La meditación es simplemente observar, ser consciente de algo. El objetivo y el propósito de ésta, es lo que diferencia cada tipo de meditación.Para alguien que no este acostumbrado meditar, tal vez sea necesario un medio para entrenarse, para “entender”, para notar y sentir la calma de la meditación, puede ser necesario un objeto, una acción, un estímulo y muchas veces aun con estos ingredientes, la persona que no esta entrenada, estará en el pensamiento lógico-analítico.

Sin embargo, si se acostumbra a observar sin juicio, a mirar sin reflexionar, a sentir sin justificar, a vivir el presente como un mero testigo de lo que esta sucediendo, poco a poco la persona irá apaciguando su mente, irá aceptando sus pensamientos, sin juicio y sin razonamiento… en definitiva estará en el aquí y en el ahora, viviendo de forma meditativa el suceso cotidiano en el que este inmerso.

Ésta es la experiencia de una persona que quiere meditar, la llamaremos Blanca.

Blanca dice:

Yo intento meditar cuando me doy cuenta de que mi mente esta dispersa y necesito buscar una respuesta o una solución a un problema. Para poder meditar debo estar sola, en un lugar de la casa especial, preparado para ello con incienso y en penumbra porque la luz me distrae. Creo que meditar es dejar mi mente en blanco, centrarme en la respiración y esperar a que ocurra algo trascendente que de respuesta a mis conflictos.

Tengo la sensación de que nunca llego a meditar porque dejar mi mente en blanco es sencillamente imposible, al no lograr eso, intento visualizar un color que no sea el blanco porque este color lo relaciono con la dificultad de dejar mi mente en blanco. Trato de cambiar este color por otro, pero me distraigo en pensar cual es el color correcto para meditar.

En el intento de encontrar el color perfecto, me encuentro con pensamientos diferentes: que hacer al día siguiente, que problemas tiene mi familia, recordar que cuando termine de meditar tengo que…

En definitiva, en vez de sentir que he meditado, descansado, que me he centrado y contactado con algo o alguien especial, me encuentro con mi mente machacándome por haber estado parada, perdiendo el tiempo con tantas cosas como tengo sin hacer, noto el cuerpo dormido, dolorido y me siento decepcionada porque los “hados” me han abandonado en vez de aportarme alguna respuesta para las dificultades.

Creo que la meditación solo la pueden llevar a cabo las personas que están en un monasterio, apartadas del mundo, que estén relacionados con la vida espiritual, cercanos a terapias como: yoga, tai chi, sanación, reflexología, aromaterapia, etc. o personas con tendencias vegetarianas, abstemias totales, que llevan una vida depurada a todos los niveles y que por este motivo, yo considero, que están más cercanas a lo “divino” que a lo humano. A veces siento miedo, de alejarme de “mi mundo”, acercándome a la meditación, y me pregunto: ¿será por esto por lo que no puedo meditar?

Reflexión para Blanca y otros muchos:

Para algunas personas, como para Blanca, meditar en la forma convencional: sentándose, poniendo velas, incienso, etc., no contribuye a expandir su horizonte. Puede parecer que está meditando, cuando en realidad está pensando en sus problemas, analizando todo lo que le pasa por la mente, se está relajando, o cree que lo hace, pero no medita. La esencia de la meditación hay que encontrarla dentro de uno mismo, hay que convertirse en la esencia y no ser el envase que la contiene. Hay que ir hacia dentro, olvidando el exterior, hay que encontrar en vez de buscar. Hay que vivir la experiencia en vez de pensar, desear e imaginar como ha de ser ésta. Siempre, siempre, hay que dejar de estar en el pensamiento y ser testigo del acontecimiento, independientemente de cual sea éste y cual sea la acción que se esta llevando a cabo, aunque ésta sea la acción de pelar patatas. Meditar es observar, meditar es vivir sin juicio los acontecimiento.

Meditar no es la solución a…. es lograr una forma de estar en el mundo, donde el centramiento y la calma son los asistentes que ayudaran a lograr vivir en el aquí y el ahora. Meditar es ampliar la consciencia y ampliar la consciencia es alejarse de encontrar una explicación lógica-analítica para la vivencia. En algunas ocasiones, los más “iluminados” = a los más entrenados, tiene una capacidad superior de ampliar la consciencia, entrando en un estado que se conoce como Trace.

Pero la meditación es para todo el mundo, no es un círculo exclusivo ni excluyente. Todas las personas que quieran hacerla pueden conseguirlo con entrenamiento, ya que meditar ayuda al ser humano a: acallar el incesante «bullicio» de su mente. Ese constante fluir de pensamientos que distraen y dificultan la concentración. Cuando se logra enfocar la atención en algo específico, el nivel de creatividad aumenta de forma espectacular en cualquier actividad que se este desempeñando.

Podríamos decir, entre otras cosas, que meditar sirve para concentrarse, relajarse y vivir lo cotidiano como trascendente, logrando aumentar la auto-estima, la creatividad, la intuición y la auto-expresión.

También ayuda a eliminar el estrés, los traumas emocionales y los obstáculos mentales, a superar la timidez, las fobias o la irritabilidad.

Meditar ayuda a mejorar los patrones de sueño y a recordarlos, a alcanzar altos niveles de consciencia; malestares físicos y facilitar la recuperación durante y después de un embarazo; curar el cuerpo de todo tipo de enfermedades y eliminar dolor. Pero para lograr todo ello, se necesita un alto grado de entrenamiento y la mayoría de las personas, lo logran más fácilmente en grupos, con una persona que dirija y de el soporte, desde el conocimiento de diferentes técnicas, para que el aspirante a meditador encuentre la forma más fácil y adecuada para él, ya que para meditar existen muchas y variadas “técnicas”, unas activas y otras pasivas, o lo que es igual, realizadas en quietud o movimiento. Una vez se ha logrado meditar, en realidad no cambia nada. Todo sigue siendo igual. La vida continúa de la misma manera. Se puede ser tan variable o ecuánime o tan prudente o alocado como antes. Pero si existe una diferencia importante: ahora se pueden ver todas las cosas de diferente modo. Se esta más distanciado de todo y al mismo tiempo, más consciente.

¡¡Lo que ocurre ahora es que el corazón se llena de asombro!!

Desde luego con cualquiera de las técnicas el más beneficiado siempre ha de ser el meditador,se da por descontado que en estos menesteres él es el más importante.

Isabel Pérez Broncano

Reflexóloga – Autora del libro Reflexología Integral.

Directora de ranvvai Escuela de Reflexologías y Centro de Terapias Naturales.

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